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¿Suerte o éxito?

Actualizado: 30 jul 2021

¡Tú si has tenido suerte en la vida!

No era la primera vez que a Martha le decían lo mismo y volvió a percibir un sentimiento de rechazo ante tal afirmación. Respiró profundo, ensayo una sonrisa y contestó:

¡Suerte no, éxito!


Después, siguió la usual conversación para aclarar su tajante respuesta.

Martha fue una estudiante destacada y, al graduarse en el área de Finanzas, tardó poco en conseguir un buen empleo como Analista en una corporación multinacional.


Era una empleada ejemplar, cumplía con todas sus asignaciones y poco a poco comenzó a escalar posiciones, aunque a un ritmo que le resultaba desesperante. Sabía que tenía mucho potencial pero nadie parecía notarlo.


Un día asistió a un curso de Gestión del tiempo y allí se percató de que la única responsable de desarrollar su potencial y construir su futuro era ella, no la empresa.

Decidió que, en adelante, se iba a proponer objetivos precisos y se enfocaría en lograrlos. Como parte de su plan, diseñó una estrategia para convencer a su Gerente de que era capaz de asumir retos más importantes que los actuales y se propuso lograr un traslado a una posición acorde a sus capacidades y potencial.


Sabía que no iba a ser fácil pero finalmente solicitó una reunión con su Gerente, la cual preparó exhaustivamente. Allí le hizo saber de lo que era capaz, con evidencias que para ella eran irrefutables.


La reunión fue un fracaso.


El Gerente le comunicó que entendía sus razonamientos y le tenía mucha estima como empleada y como persona, pero en la empresa el camino a la cima solía ser lento. Martha pensó mucho por qué no logró su objetivo, se sintió decepcionada e incluso pensó en la posibilidad de buscar otro empleo.


Pocos días después recibió una llamada de RRHH para  una reunión. Aunque ella no era fatalista, la llamada le dio mala espina y tomó el ascensor con cierta aprehensión. La asistente le hizo pasar de inmediato y se encontró con su Gerente y la VP de RRHH, ambos  con cara de circunstancia.


De repente, su Gerente cambió la expresión y le informó que había quedado gratamente impresionado de la reunión que sostuvieron días atrás, lo cual le motivó a revisar su expediente. La VP de RRHH tomó entonces la palabra y le informó que la empresa había decidido asignarle la dirección de un nuevo proyecto, lo cual implicaría unas semanas de entrenamiento en la casa matriz y su pase a la nómina gerencial, incluido un sustancial aumento.


Al ser interrogada si aceptaba la oferta, fue ella quien puso cara de circunstancia y, para sorpresa de sus interlocutores, les informó que tendría que pensarlo seriamente. Después de unos segundos de desconcierto, Martha cambió su expresión, les anunció que ya lo había pensado seriamente y aceptaba la oferta. El humor fino era una de sus características y la reunión terminó con las consabidas felicitaciones y palabras de aliento.

De allí en adelante, su carrera se disparó a la cima.

Al asumir cada nuevo reto, ella pensaba en el siguiente, diseñaba un plan y dedicaba parte de su tiempo a seguir construyendo su futuro. Igual hacía con aspectos relativos a su vida personal, la cual también fue signada por el éxito, formó una familia ejemplar y junto a su esposo le brindó una calidad de vida acorde a su éxito profesional.


El éxito, —concluyó Martha al explicarle a su amiga el motivo de su tajante afirmación, —consiste en lograr lo que te propusiste. La suerte es circunstancial y tiene que ver con el azar. Es mucho más gratificante alcanzar el éxito que tener suerte.

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Autor

Gustavo Yepes

Coach. Conferencista. Experto en Gestión del tiempo

Aliado de "Y eso, ¿cómo se come?" en Hyggelink

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