Definitivamente el hábito hace al monje. Y no me refiero a su vestimenta, sino a la forma como ellos viven su vocación, regida por reglas precisas, convertidas en hábitos y orientadas a conseguir un objetivo supremo. La oración anterior la puedes replicar cambiando la palabra «monje» por la que te defina: «director», «ejecutivo», «vendedor», «asesor». Sustituye la palabra y tendrás una de las reglas de oro para alcanzar el éxito en lo que haces.
Todos tenemos hábitos que rigen nuestra forma de reaccionar ante ciertos estímulos. Ellos pueden ser positivos o limitantes, dependiendo de su aporte al logro de nuestros objetivos.
Cuando aprendí y comencé a aplicar los principios de la gestión del tiempo, decidí hacer de detective y descubrir mis hábitos, los buenos y los malos. Pensando en ello me di cuenta de que había un aspecto de mi trabajo que no me gustaba tanto como los otros: redactar informes.
Indagando en mi comportamiento ante esta actividad me di cuenta de que, cada vez que tenía que redactar un informe, me decía: «Primero un cafecito para acopiar fuerza» y así lo hacía.
Por supuesto, al regresar a mi puesto de trabajo me ponía a hacer cualquier cosa menos redactar el bendito informe. Mi detective interno, muy acertadamente, me informó: «Gustavo, tú lo que estás haciendo es evitar el informe y has convertido al cafecito en un hábito de evasión».
Con esa información a la mano y animado por tan importante descubrimiento, me di a la tarea de cambiar el hábito. La próxima vez que estuve a punto de ir a la cafetería para no hacer el informe me dije: «Gustavo, hagamos un trato, redacta el informe y cuando lo termines te vas a tomar un cafecito, o dos, si te apetece» Así lo hice en adelante y logré sustituir el hábito de evasión en una recompensa.
De esta anécdota podemos deducir los elementos claves para cambiar hábitos:
Conocimiento. Descubrir qué hábitos te están limitando. Para ello, debes acudir a tu detective interno, que todos lo tenemos, te lo aseguro. Ponlo a trabajar. Yo lo hice y fue muy efectivo.
Deseo. Sin él, el resto no tiene sentido. Piensa en lo que puedes lograr si cambias tu manera de proceder. Muchas veces un pequeño cambio produce unos resultados extraordinarios. En esa época estaba fuertemente comprometido con un cambio personal.
Visualización. Imagínate en la nueva conducta, lo que lograrás si cambias ese hábito que te limita. Una vez lo imagines en tu mente será más fácil convertirlo en realidad. Me enfoqué en los beneficios de no postergar los informes. Eso me estaba trayendo muchos problemas en mi productividad y me imaginé en mi nueva conducta y sus consecuencias positivas.
Planificación. Ya sabes dónde estás (conocimiento), a dónde quieres llegar (visualización) y estás motivado (deseo). Ahora solo queda trazar el plan para llegar de un sitio a otro. Si no lo haces, es posible que tomes el camino equivocado. En mi caso decidí que, en lugar de ir a tomarme el café, me concentraría en el informe y el café pasaría a ser una recompensa al culminar el trabajo.
Acción. Todo lo anterior está en tu mente. Es el momento de hacerlo realidad. Fue muy simple. La próxima vez que se presentó el comportamiento que quería cambiar, hice lo que había planificado. Luego, continué haciéndolo hasta que se convirtió en un hábito positivo.
Estoy seguro de que tienes muchos hábitos, positivos y limitantes. Selecciona uno de los segundos e intenta cambiarlo usando este sencillo pero efectivo procedimiento.
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Autor
Gustavo Yepes
Coach. Conferencista. Experto en Gestión del tiempo
Aliado de "Y eso, ¿cómo se come?" en Hyggelink
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